South America

Occidente se encierra para enterrar a China

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por Leif Johnson. Traducción para Saker Latinoamérica: Carlos Potes

El actual encierro del mundo occidental y buena parte del Tercer Mundo es un ataque a China. Funciona así:

  1. Reducir el ingreso chino por exportaciones.  La economía china tiene un fuerte componente de exportaciones. El 17 por ciento de la enorme producción china se exporta a países donde ahora, o escasean los recursos para importar, o la capacidad adquisitiva se ha encogido tras meses de gran desempleo. Lo que queda de las exportaciones chinas ya no podrá venderse a los mismos precios; y eso, después de que los aranceles sobre esas exportaciones a los Estados Unidos, su principal socio comercial, aumentaron de 10% a 25% a partir de 2018.
  • Hacer quebrar los proyectos de la Franja y la Ruta china. La exportación china de capital para ferrocarriles, hidrovías, represas, puertos, centrales de energía y otras mejoras de infraestructura en 138 naciones del mundo se estima en tres billones de dólares [millones de millones—nt]. Esos proyectos habrían de financiarse con cuotas de uso. Ya que muchos países del Tercer Mundo, y otros, tal vez ya no puedan pagar esos préstamos, China podría perder billones.
  • Minar el comercio chino en todo el mundo. Para frenar la competencia china especialmente en electrónica, Estados Unidos y Gran Bretaña han vedado compañías como Huawei y TikTok, y tienen detenida a la Directora de Finanzas de Huawei. Los Estados Unidos han deportado científicos y estudiantes chinos, al tiempo que buscan, con sus sanciones contra Irán y Venezuela, interrumpir las exportaciones de petróleo a China.

De todo esto, lo que más ha perjudicado a la economía china es el encierro; ese perjuicio aumentará en la medida en que deterioren las economías del mundo. Tal vacío económico someterá a la banca y a las industrias de exportación chinas a una presión extraordinaria.

Hay otros dos grandes frentes de ataque:

El militar: Los Estados Unidos han desplegado cerca de aguas territoriales chinas una flota ampliada que incluye dos portaaviones. Australia construye una base en una isla de cara a China, se han reforzado las fuerzas militares de Japón y Corea, y Japón podría permitir el emplazamiento de armas nucleares en su territorio. Los Estados Unidos han aumentado sus gastos militares especialmente en armas nucleares y de tecnología avanzada.

Para defenderse de tales amenazas China tendrá que aumentar su presupuesto militar otros doscientos o trescientos mil millones de dólares al año. Tal aumento requiere desviar capital de la economía de paz y bienes de consumo, al sector militar: un grave desgaste económico.

El propagandístico: Las medidas hostiles para con China se disfrazarán de lucha por la “democracia”, la “apertura”, la “libre empresa”, la “justicia”, el “régimen de derecho”, la “normativa internacional”, los “derechos humanos”, el “antiterrorismo”, la “anticorrupción” y el “anticomunismo”. Podemos esperar, especialmente los norteamericanos, cuentos de horror sobre Hong Kong y Xinjiang, odas anuales a la masacre de Tiananmen, documentales sobre la persecución de cristianos, budistas, el Dalai Lama y, por supuesto, Tibet. ¿Y qué de esa contaminación china que puede destruir el planeta? ¿Y el Partido Comunista Chino, esa organización abominable, perversa y peligrosa que todos los occidentales debemos odiar con pasión orwelliana?

Estos ataques llegan en muy mala hora. China está entrando en una automatización a gran escala que requiere ingentes gastos de capital, al mismo tiempo que sufre calamidades naturales que van desde la fiebre porcina hasta el gusano cogollero y grandes sequías e inundaciones.

¿Será posible que la élite financiera angloamericana tuviese tanto poder como para convencer a las naciones del mundo a entrar en encierro? Pues controlan la ONU, la OMS, la gran prensa internacional, fuerzas militares por todo el mundo, las finanzas globales, y las vastas y complejas redes culturales, propagandísticas, criminales, terroristas y narcofinancieras del Imperio del Dólar. Los oligarcas de Europa también (por lo general) colaboran con este sistema.

¿Qué esperan lograr?

Hagamos a un lado respuestas fáciles como “hegemonía mundial”, Nuevo Orden Mundial, avaricia corporativa, poder financiero, control mental tipo 1984, o régimen de vigilancia. Es algo mucho más fundamental: el Imperio del Dólar, y su precursor el Imperio Británico, llevan 400 años gobernando el mundo. China ha surgido como el mayor reto a ese imperio. Si no se puede destruir a China, el Imperio del Dólar perecerá.

En orden de más a menos deseable, creo que los banqueros mercantes de Occidente buscan uno de los siguientes resultados:

El más deseable: Cambio de régimen en China, derrocando el actual gobierno y poniendo un régimen vasallo del Imperio del Dólar. Pero es poco probable que el pueblo chino se rebele contra un gobierno que ha levantado de la pobreza a 800 millones de personas. No se excluye, sin embargo, la fuerza militar. En la revista Foreign Affairs (Septiembre-Octubre 2020, pág 156) dicen: “Mejorando sus ya considerables capacidades en este renglón [submarinos no tripulados], los Estados Unidos y sus aliados ostentarían la posibilidad de un bloqueo marítimo de China”.

Algo menos deseable: Convencer a China de que adopte medidas políticas y financieras amenas al dominio del Imperio del Dólar. En palabras de Henry Paulson Jr., ex banquero de Goldman Sachs y ex Secretario de Hacienda de los Estados Unidos, en el boletín del Consejo de Relaciones Exteriores (19 de mayo de 2020):

[China debe pasar a] “una economía dictada por el mercado, mejorar la gobernanza corporativa y desarrollar mercados financieros eficientes y bien regulados que merezcan el respeto de los inversores internacionales, para que Pekín pueda eliminar el control de capitales y convertir al RMB [renminbi] en una divisa determinada por el mercado”.

Es decir, desregulación, eliminación del control de banca y capital, abrir la divisa china, el renminbi, a la especulación internacional, “libre comercio”, “mercados libres”, y “condicionalidades” del FMI y la OMC, diseñadas para exponer la gigantesca economía china al saqueo del Imperio del Dólar, como ocurrió en Rusia de 1992 a 1998. Pero los chinos han descubierto una fórmula para el éxito de la economía nacional (el capitalismo industrial), y aquel dragón escupefuego, el Partido Comunista Chino, cuida el portón contra cualquier reanudación del saqueo imperialista.

El menos deseable: El Imperio del Dólar puede imponer un tercer nivel de opciones: un ataque combinado de medidas económicas (encierro, sanciones, guerra comercial y financiera), militares (la OTAN, los Cinco Ojos, la Séptima Flota) y políticas (subversión étnica-religiosa, propaganda, narcotráfico) contra la economía china. Eso frenaría el crecimiento de China y menguaría su poder en el mundo.

* * *

En vez de conflicto, sangre y destrucción en gran escala, ¿por qué no se une la élite financiera de Occidente con China para resolver las crisis mundiales de pobreza, refugiados y guerra? ¿Por qué no explorar juntos los confines de la medicina, la ciencia y el espacio? Aunque China está dispuesta a colaborar con Occidente, los oligarcas de Occidente están cerrados en su contra. Fueron ellos, al fin y al cabo, los que crearon la pobreza, los refugiados y la guerra; han sido ellos quienes se han pasado todo el tiempo desde la Segunda Guerra desmantelando la industria y mandándola en gran parte a China.

China es una economía exitosa y en desarrollo; Occidente es una economía fallida, en declive. China se apoya en el capitalismo industrial; Occidente depende del capitalismo bancario mercante. China invierte su capital en infraestructura y planta industrial; Occidente invierte en instrumentos financieros.

Los chinos buscan aumentar la producción agrícola e industrial para suplir las necesidades del pueblo. El Imperio del Dólar hurta riqueza a las naciones para crear ganancias especulativas. El sistema chino crea capital. El sistema de Occidente destruye el capital.  El sistema chino nunca tiene desplomes financieros; el sistema occidental sufre desplomes catastróficos, de los que se repone saqueando a su propia población. El capitalismo industrial de China levanta el nivel de vida de la población; el capitalismo financiero de Occidente lo deprime constantemente.

El sello distintivo de la banca mercante es la destrucción del capital.

Considérese el siguiente ejemplo: El cartel cerealero compra productos a los agricultores y los vende con utilidades. Esas utilidades son capital real (así sean explotación), porque son ganancias derivadas del comercio en bienes reales.

El cartel no invierte esas ganancias reales en la producción agrícola, sino en fondos de inversión, banca extraterritorial, refugios financieros, que van a dar a papeles especulativos —papeles titulizados, derivados, índices— ninguno de los cuales representa bienes tangibles. Reinvierten esas ganancias en papel y reciben más ganancias de papel. De este modo el sistema de banca mercante desvía el capital de las empresas agrícolas, industriales y comerciales a flujos financieros improductivos. Esto es destruir el capital. Mal puede llamarse “capitalismo” este sistema especulativo. Es un cáncer. Se vale de las formas del capitalismo pero destruye el capital, de la misma manera que un cáncer aprovecha los nutrientes del organismo pero mata el organismo.

Se trata de un “sistema”. Toma el capital de la economía (la sociedad en su conjunto) y lo destruye invirtiendo en papel (nada). Así es como se mantiene. Todo lo que es gobierno, leyes, mundo académico, normativa social, medios de comunicación, cultura y, desde luego, economía y finanzas, se forjan a la horma de este sistema. No puede cambiar. No puede crear nuevas empresas productivas. No puede competir con China; sólo entorpecer su crecimiento.

* * *

Es la jugada final de la oligarquía gobernante. Es su Götterdämmerung, su Armagedón. En los estertores de muerte de su imperio de 400 años, impondrán una reorganización desesperada de la economía, la sociedad y las finanzas que el Foro Económico Mundial llama “el Gran Reinicio”.

El Foro Económico Mundial, o Foro de Davos, uno de los principales organismos de la banca mercante, emitió un informe este último 21 de julio, titulado:

“Esta es ahora la mayor amenaza del mundo… y no es el coronavirus”

  • “La riqueza es la mayor amenaza para nuestro mundo, según un nuevo informe científico.
  • “La verdadera sostenibilidad sólo se logrará a través de cambios drásticos en el estilo de vida.
  • “El Foro Económico Mundial ha pedido un gran reinicio del capitalismo tras la pandemia.

“Un análisis detallado de la investigación ambiental ha revelado la mayor amenaza para el mundo: la riqueza… [T]enemos que cambiar nuestros estilos de vida acomodados y reducir el consumo excesivo, en combinación con el cambio estructural”. (Ojo, que esto lo escribe la gente más rica del mundo).

Con la indigencia causada por el encierro, el desempleo, la falta de techo y alimentos para cientos de millones de personas por el mundo, sería de esperarse que el FEM considerase ya acotado el “consumo excesivo”. Pero saben que las clases medias de Europa y los Estados Unidos todavía cuentan con alguna riqueza recaudable para la economía pospandémica, y ya tienen pensado cómo arrebatarles ese “consumo excesivo”.

La primera tarea es reducir el desempleo, que en los Estados Unidos alcanza ya quizás los 25 millones permanentemente sin trabajo. Los nuevos empleos inútiles serán “verdes” y “sostenibles” (tecnología de bajo nivel), que se pagarán mediante nuevos gravámenes a la clase media.

La segunda tarea, su verdadero y último objetivo, es crear una economía netamente bélica; un último intento de aterrorizar al Este hasta la sumisión. Esto acarreará austeridad y represión extremas.

El “cambio estructural” que menciona el informe del FEM fue elaborado en más detalle por António Guterres, secretario general de la ONU, en su mensaje al mundo con motivo del Día Internacional de la Madre Tierra, el 22 de abril de este año:

  • “Primero: el gasto de ingentes cantidades de dinero en la recuperación tras el coronavirus debe ir acompañado de la creación de nuevos trabajos y empresas mediante una transición limpia y ecológica.
  • “Segundo: si se utiliza el dinero de los contribuyentes para rescatar empresas, es necesario vincularlo a la consecución de empleos verdes y de un crecimiento sostenible.
  • “Tercero: la artillería fiscal debe impulsar el paso de la economía gris a la verde, y aumentar la resiliencia de las sociedades y las personas.
  • “Cuarto: los fondos públicos deben utilizarse para invertir en el futuro, no en el pasado, y fluir hacia sectores y proyectos sostenibles que ayuden al medio ambiente y al clima.
  • “Quinto: los riesgos y oportunidades climáticos tienen que incorporarse al sistema financiero, así como a todos los aspectos de la formulación de políticas públicas y las infraestructuras”.

Los caciques de Davos no podían estar más contentos. La transición a la sostenibilidad “verde” ocasionará un gran encogimiento de la “riqueza” al incrementar bruscamente el costo de la energía, con lo que absolutamente todo, desde la agricultura hasta la industria y el transporte, se hará brutalmente más caro. Adicionalmente, para cubrir “el gasto de ingentes cantidades de dinero en la recuperación”, se requerirán onerosos recargos tributarios, o reducciones del gasto en servicios sociales. No se revelará a las poblaciones de Occidente que sus sacrificios son para detener a China e implosionar la industria mundial, sino para “salvar el planeta”. La teoría de la Revolución Verde es que Occidente seguirá desmantelando su industria para cumplir con las prioridades del clima, mientras que la opinión mundial forzará a China a seguir el mismo camino.

La “Revolución Verde” degenerará muy pronto en una política de guerra total. Los sacrificios impuestos por la “solución final” de una movilización militar contra Oriente (el bloque China-Rusia) despojará a las poblaciones de cualquier riqueza que les quede. Aumentarán los impuestos, la inflación y las tasas de interés al tiempo que la nación se va quedando sin servicios públicos y de salud, educación, pensiones y el Seguro Social. El macabro “calentamiento global” se transformará en la temible “Amenaza Amarilla”.

La destrucción totalitaria de nuestros derechos y libertad será tan tétrica como en la Alemania de Hitler. La libre expresión se juzgará riesgo de seguridad, vecino espiará contra vecino, miles serán asesinados o “desaparecidos”. Los motines raciales se usarán para “conquistar dividiendo”. El espionaje electrónico se hará omnipresente, lo mismo que la detención preventiva. Todas las medidas de represión absolutista empleadas contra otras poblaciones del mundo por los militares, el Departamento de Estado, los organismos de inteligencia y los mercenarios y las mafias narcotraficantes, se volverán contra la ciudadanía estadounidense.

* * *

Los Estados Unidos no merecen esto. Los Estados Unidos fueron el primer país que se sacudió el yugo de la banca mercante del Imperio Británico. Fueron el primer país que echó las bases de una república industrial. Los Estados Unidos se hicieron la nación más libre, igualitaria y magnánima del mundo, lo que condujo a una batalla de un siglo entre el Sistema Americano industrial y el Sistema Británico de banca mercante. El Sistema Americano levantó una gran nación.

Entre los apóstoles del Sistema Americano se contaban Alexander Hamilton, Mathew Carey, John Quincy Adams, Henry Clay, Nicholas Biddle, Henry Carey y Abraham Lincoln. Lincoln describió sucintamente el Sistema Americano de la siguiente manera en un volante electoral: “Mi programa, como el baile de una anciana, es breve y dulce: Abogo por la protección arancelaria, la banca nacional y las mejoras internas”.

Henry Carey resumió así, en su The Harmony of Interests (Armonía de intereses), de 1851, el papel de los Estados Unidos en el mundo:

“Ante el mundo hay dos sistemas: uno que busca aumentar la proporción de personas y de capital dedicados al comercio y el transporte, y por tanto disminuir la proporción dedicada a la producción de bienes con los cuales comerciar, con retornos necesariamente menguados para el trabajo de todos; mientras que el otro busca aumentar la proporción empleada en labores productivas… con mayor retorno para todos, buenos ingresos para el trabajador, y buenas ganancias para el dueño de capital…

“El uno apunta al pauperismo, la despoblación y la barbarie; el otro, al aumento de la riqueza, la comodidad, la acción combinada y la civilización. Uno propende por la guerra universal; el otro por la paz universal.

“Uno es el Sistema Inglés; al otro podemos llamarlo con orgullo el Sistema Americano, pues es el único jamás concebido cuya tendencia es la de ELEVAR y al mismo tiempo IGUALIZAR la condición humana por el mundo.

“Tal es la verdadera MISIÓN del pueblo de estos Estados Unidos”.

Que la historia de los Estados Unidos sea nuestra guía en la restauración de esa misión.

Leif Johson participó en los movimientos por los derechos civiles y por la paz en los años 50 y 60. La Gran Marcha a Washington de 1963 lo movió a dedicar su vida al mejoramiento de la humanidad. Pasó 27 años como seguidor de Lyndon LaRouche, donde conoció gente extraordinaria y aprendió mucho.

Picture caption:

Henry C. Carey (1793-1879), principal asesor económico del presidente estadounidense Abraham Lincoln, y autor de The Harmony of Interests (Armonía de intereses, 1851), muy olvidado manifiesto antiimperialista de los Estados Unidos.

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